Limiar 

(Fotografía. 2024)


Obra desarrollada ex profeso para la exposición As 7 e 7 del Museo Provincial de Lugo, invitándome a trabajar a partir de la obra Ambiente de paz de Mª Carmen Corredoyra.







[ES]

Me encuentro ante un interior conventual, característico en la producción artística de María Corredoira, en el que se abre una puerta que nos deja asomarnos brevemente a un espacio privado. Me llama al ojo un encuadre que evita la frontalidad, que recorta bruscamente el marco de la pared y que tiene algo de fotográfico (algo de real y algo profundamente evocado). Aparece entonces un pensamiento: es una duda sobre si cruzar o no el umbral e invadir su intimidad. Avanzo y profundizo en esa atmósfera silenciosa como tratando de introducirme en el hueco de la luz, accediendo al trampantojo propuesto por la pintora para detenerme en los juegos de luces y sombras que ocupan el vacío de la imagen.

Desde ese lugar, persigo el rastro humano. A pesar de que no hay persona visible, todo lo que hay ahí habla de alguien. La ausencia se revela y luego se rebela. Me desplazo hasta detenerme en lo más pequeño que encuentro, el único elemento que de ninguna manera pudo sobrevivir a la pausa de la pintura: unas flores que alteran la paleta de ocres, beiges y marrones, y que rompen el tiempo detenido de la imagen al evidenciar su caducidad. Ahora el rayo de luz atraviesa el pétalo y extiende desde su interior unos colores violáceos como buscando una veladura fotográfica, como si la foto dejase de ser foto. Estamos en otro lugar.

[GAL]

Atópome ante un interior conventual, característico na produción artística de María Corredoira, no que se abre unha porta que nos deixa asomarnos brevemente a un espazo privado. Chámame ao ollo un encadre que evita a frontalidade, que recorta bruscamente o marco da parede e que ten algo de fotográfico (algo de real e algo profundamente evocado). Aparece entón un pensamento: é unha dúbida sobre se cruzar ou non o limiar e invadir a súa intimidade. Avanzo e profundizo nesa atmosfera silenciosa como tratando de introducirme no oco da luz, accedendo ao trampantollo proposto pola pintora  para determe nos xogos de luces e sombras que ocupan o baleiro da imaxe.

Dende ese lugar, persigo o rastro humano. Malia que non hai persoa visible, todo o que hai aí fala de alguén. A ausencia revélase e logo rebélase. Desprázome ata determe no máis pequeno que atopo, o único elemento que de ningunha maneira puido sobrevivir á pausa da pintura: unhas floreciñas que alteran a paleta de ocres, beixes e marróns, e que rompen o tempo detido da imaxe ao evidenciar  a súa caducidade. Agora o raio de luz atravesa o pétalo e extende dende o seu interior unhas cores violáceas como buscando unha veladura fotográfica, como se a foto deixase de ser foto. Estamos noutro lugar. 







¡Ay de las frentes que no se arrugan!
¡Ay de los ojos que no han llorado!
Son como campos que no dan fruto.
Son como fuentes que se han secado.


(María Carmen Corredoyra, 1946)