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memorabilia

(2015; 2022)



memorabilia
noun [plural]
.objects kept or collected because of their associations with memorable people or events.
.objects that are collected because they are connected with a person or event that is thought to be very interesting.
.objects that are collected because they are connected with a person or event that you want to remember.








Ustedes quizás ya saben lo que es una diapositiva, ¿verdad? La diapositiva es una fotografía en película positiva que está especialmente indicada para la conservación archivística debido a su resistencia al paso del tiempo. Habitualmente viene enmarcada en un plástico duro que permite adaptarla fácilmente al mecanismo de proyección en carrusel. Su pequeñísimo formato podría recordarnos a aquellas fotografías que, como una estampa, se llevaban en la cartera o en un bolsillo, a modo de recuerdo familiar permanente o incluso de amuleto. Sin embargo, para poder observar una diapositiva es necesaria una fuente de luz (natural o artificial) al otro lado de la imagen. Esto implica una torsión en diagonal del cuello y la cabeza, al mismo tiempo que elevamos una de nuestras extremidades superiores, sosteniendo y apuntando con la diapositiva hacia la fuente de luz correspondiente. Al cerrar un ojo o entornar levemente la mirada, podremos distinguir el contenido de la imagen. Si bien es un método efectivo para identificar la fotografía, no resulta útil para la contemplación continuada, de ahí que su visionado habitual sea mediante la proyección sobre una superficie clara y lisa, perpendicular al proyector, en la que la imagen se verá sensiblemente ampliada. Debemos tener en cuenta, eso sí, que a la hora de colocar correctamente la diapositiva para su proyección, ésta deberá posicionarse de manera invertida. Es decir, todas aquellas personas y paisajes que habitan las imágenes deberán darse la vuelta. ¿Se imaginan ustedes que éstas lo comprenden mal y  se les ocurre darnos la espalda? Por supuesto, estamos hablando de que su cielo será nuestra tierra y su tierra, nuestro cielo. Este sistema de proyección nos permitirá observar un mayor número de diapositivas, deslizándolas ante nuestros ojos en la penumbra de una habitación. A diferencia de la proyección fílmica, la temporalidad de la proyección de las diapositivas queda a expensas de su público (no es extraño que se designe de manera no oficial a una persona encargada del paso de las imágenes durante la proyección).

Permítanme detenerme un momento para evocar el sonido del paso de la diapositiva. Si ustedes lo han escuchado alguna vez, seguro que pueden hacer resonar en su mente los chasquidos que emiten el deslizamiento del carrusel y la retirada y colocación de cada diapositiva. Les dejo unos segundos de silencio para recrearse.

Si han prestado atención a mis palabras, recordarán que destaqué la capacidad de conservación de las diapositivas. Hoy en día, aún podemos encontrar en muchos hogares algunas cajas etiquetadas con nombres de personas, lugares y fechas, que clasifican el ocio y la vida de sus habitantes. En entornos profesionales, su uso como documentación ha sido sustituido por cámaras digitales, de manera que, en la actualidad, el valor de las diapositivas recae fundamentalmente en la emotividad del archivo familiar. La potencia sensible de la imagen no se limita a observar un instante pasado en la pared de nuestro salón, sino que se genera un proceso de memoria que nos traslada a aquel mismo instante. Esto le ocurre, especialmente, a la persona que tomó la fotografía y, si procede, a aquella o aquellas personas que aparecen en ella.

Ustedes ya saben lo que es una diapositiva, ¿verdad? Ese dispositivo memorístico que, invertido su interior, apunta directamente a nuestros adentros a través de la luz, y que conserva el pasado en la penumbra de una forma minuciosa.

En una de mis investigaciones me encontré, junto a varios archivadores de diapositivas, una pequeña caja de plástico específicamente fabricada para contener diapositivas sueltas. Como ya adivinarán, si han atendido a lo que he explicado, en ese momento debí contorsionar mi cuello, cabeza y brazo derecho, elevando cada una de estas diapositivas hacia una fuente de luz, para poder identificar el contenido de las mismas. ¿Saben lo que había? Nada. Fotografías subexpuestas (muy oscuras o completamente negras), fotografías veladas (bien por un accidente o bien por la sobreexposición inadecuada en la captura), fotografías borrosas (por efecto de un movimiento de la cámara o de aquello fotografiado, o por estar desenfocadas) e, incluso, algún marco de diapositiva sin película en su interior. La caja de plástico que las contenía tenía pegada una etiqueta que anunciaba “No valen”. Efectivamente, su validez, tal y como la hemos definido hasta el momento, quedaba anulada. Y, sin embargo, formaban parte del archivo memorístico y eran igualmente clasificadas, aunque su clasificación determinase su propia invalidez.

Cada una de estas diapositivas “inválidas” era contenedora de una memoria frustrada y, al mismo tiempo, era espacio posible para una propuesta de recuerdo de otra nueva. Es decir, era una oportunidad para ser contenedor de las emociones, sensaciones y/o vivencias personales de una imagen pasada.








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