Ahora solamente (ampliar hasta que sea otra cosa)
2022-WIP

[Extracto]

El día estaba tan apagado que, cuando disparé la fotografía, apenas quedaba color para ella. Un cielo empañado de nubes espesas y luminosas envolvía mi imagen como un ciclorama vacío. Sobre este fondo, una bandada de palomas, oscurecidas por el efecto del contraluz, se dispersaban en una misma dirección pero diferentes trayectorias.

Entonces, instintivamente, comencé a hacer eso que tanto hago cada vez que proceso las fotografías en el ordenador y, deslizando dos dedos en direcciones opuestas sobre el trackpad de mi portátil, hice zoom y amplié la imagen hasta encontrarme con el barrido de las alas batiendo el aire detenido de la fotografía. Lo hago de manera instintiva, como un impulso barthesiano por encontrar alguna cosa, el rastro de las babas, el crimen de película. Y, en este escuetísimo gesto, se esconde todo un pensamiento.

Desde ese nuevo lugar, viajo a lo largo y ancho de la imagen, alejándome y acercándome conforme lo que voy viendo, recomponiendo. No sé bien por qué, pero no puedo apartar la mirada. Me resulta magnético encontrar tan fácilmente aquello que a menudo pasa desapercibido. Por ejemplo, ahora puedo comprender por qué se forman como se forman los reflejos de luz en el borde de las alas.

Conforme comprendo lo que veo, voy revelando lo que pienso y lo que siento. La imagen empieza a transformarse y aquellas palomas que volaban espantadas en el cielo ahora parecen dirigirse hacia mis ojos, como si en cualquier momento fuesen a virar su trayectoria y apuntar hacia mí. Ahora hay algo en ellas que me duele un poco por dentro y pienso que, si continúan así, jamás van a volver a encontrarse. La belleza del momento ha quedado eclipsada ante la evidencia de que ya no son un grupo, sino un conjunto fortuito.

Me alejo de nuevo de la imagen y ahora se convierte en otra, otra vez. Quiero decir decir que ya no es la que era antes, ni tampoco la que fue de cerca –todas esas imágenes que me encontré en el zoom–. Ahora es una nueva y sé que, en cuanto me acerque otra vez, o en cuanto la cierre y vuelva a verla al cabo de unos días, también volverá a ser otra. Lo que digo es que la imagen que veo es ahora solamente, así que me quedo un tiempo más, contemplándola, reconciliándome con las relaciones intrafamiliares de una bandada de palomas que han vuelto a encontrarse en el perímetro de mi fotografía. Me quedo ahí hasta que me canso y la agoto y decido que ya está preparada para transformarse.






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«Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. [...] y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.»


(“Las babas del diablo”, Cortázar, 1959)